Recordando la «Tertulia del kilómetro cero». Nostalgia de una emocionante iniciativa periodística
Se cumplen 20 años de aquellas fechas -noviembre de 1994- en que un grupo de periodistas doctorandos en la Universidad Complutense, inquietos por completar nuestra formación cultural y ejercer nuestra carrera decidimos crear una “Tertulia Periodística del Kilómetro Cero”. Mi inquietud y entusiasmo, me llevó a dar los primeros pasos para convertir ese sueño en realidad. Mi lugar de trabajo -entonces- en plena Puerta del Sol, me facilitó los movimientos y contactos.
Convencí a algunos compañeros doctorandos y un par de profesores; y también a los gerentes del Restaurante Jabugo Sol (ya desaparecido) y de la Joyería Enrique Busian, para que una vez al mes cediera gratis -el primero- sus instalaciones (un comedor privado) y un ágape, y -el segundo- grabara una placa de plata presentada en un estuche especial, para obsequiársela a cada invitado.
De esté modo, con mucha ilusión y entusiasmo; y pocos medios, arrancó la «Tertulia del Kilómetro Cero» en plena Puerta del Sol. Una iniciativa periodística, que un grupo de apasionados y entusiastas periodistas, logramos mantener un año. Por ella, pasaron algunos de los más importantes personajes del momento.
PROFESORES Y PERIODISTAS DOCTORANDOS EN LA PUERTA DEL SOL
Durante dos o tres horas profesores de la facultad y periodistas doctorandos departiríamos su trayectoria. Grabaríamos todas las tertulias, que realizaríamos una tarde al mes, para convertirlas finalmente en un libro.
Aunque la idea resultaba sencilla, llevarla a la práctica ya era otro cantar. Todos estábamos cursando el Doctorado en Ciencias de la Información con el Profesor José-Julio Perlado Ortiz de Pinedo y entre la mayoría de nosotros existía una profunda relación de amistad y compañerismo. Todos teníamos inscritos el título de nuestras futuras Tesis Doctorales. A la mía -que no llegué a escribir- la denominé “el Mecenazgo de S. M. la Reina”. Tenía una imagen más idílica y romántica sobre la Cooperación, que la actual.
A cambio, en todos los medios que se hicieran eco de nuestra actividad periodística, brindaríamos publicidad de nuestros sponsors.
De este modo, arrastré a nuestros profesores José Julio Perlado Ortiz de Pinedo y Pilar Equiza, para que nos acompañaran en esta aventura.
Éramos los alumnos de doctorado Cristina María Cogolludo Moreno, Francisco Vicente Manjón Guinea, Javier Caballero Martinez, José Javier Ochoa Gómez, Carlos Escala Gonzalez, Monserrat Mera Fernández, Berta González Álvarez, y el que suscribe Javier-Julio García Miravete. También vino un desconocido ajeno a la carrera -cuyo nombre no recuerdo- que acostumbraba a posar en primera fila (algunas veces con un paraguas). A las tres últimas, se apuntó un desconocido – discípulo del profesor Perlado- Juan Manuel Barceló.
En la primera tertulia estuvieron Pilar Equiza y José Julio Perlado. Pilar había realizado guiones para televisión y conocía a Leopoldo Sobrado Subdirector de “Quién sabe Dónde” (RTVE). De este modo asistimos al desarrollo de un programa en directo. Así tomé contacto con Paco Lobatón, a quien previamente investigue minuciosamente (su productora Red Acción 7, su expediente policial por su militancia política antifranquista, su libro “Escríbeme a la Guerra”, etc…)
Se trataba de ir con una batería de preguntas preparadas innovadoras y diferentes a las de cualquier otro medio que pudiera entrevistarle. Recuerdo que cuando le pregunté por la obra -que me dedicó- quedó muy sorprendido por mi conocimiento del número de ejemplares editados, que había averiguado en la editorial, y que él mismo desconocía. Se trataba de un compendio de cartas recopiladas durante su permanencia en Bosnia, para ayudar a los perjudicados y a recuperar desaparecidos durante este conflicto bélico. Y -presuntamente- los derechos del libro iban destinados a ayudar a estas familias y a esta causa benéfica.
Lobatón era un rostro muy conocido (el más popular de la televisión española). Y que accediera a venir para deparar y cenar con todos nosotros, nos sirvió para publicitarnos en diferentes medios. Recuerdo que invité a Beatriz Pérez, una periodista de ABC, quien sacó una reseña en la edición andaluza del rotativo. También nos sacaron en sus páginas la Gaceta Universitaria y el Periódico Universitario.
Yo estaba apasionado con la Tertulia, a la que denominamos “kilómetro cero” porque la celebrábamos en la Puerta del Sol. Me recuerdo, comprando información en la Agencia Efe y Europa Press, y recopilando recortes de toda clase de prensa y revistas, para fundamentar nuestras próximas preguntas. Un trabajo bastante difícil, que hacíamos algunos (costeando incluso las fotocopias) y repartíamos entre todos.
Pilar Equiza, contactó con José Luis Castillo Puche (Biógrafo en España de Ernest Hemingway). Había realizado un guion y un reportaje en televisión sobre este sensacional escritor. En esas fechas, su hermano Juan José era Gerente del Hospital Clínico de Madrid, y le traje al Dr. Manuel Elkin Patarroyo, para que dictara una conferencia. Ambos, fuimos obsequiados con un bronce (tirada limitada) alusivo a esa institución, que conservo con gran cariño.
Durante el año que duraron las Tertulias del Kilómetro Cero participaron 11 destacados personajes: Paco Lobatón (Periodista), Manuel Rodríguez (Médicos del Mundo), Javier Fernández del Moral (Decano Periodismo), José María Álvarez del Manzano (Alcalde Madrid), José Luis Castillo Puche (Escritor), Fernando Savater (Filósofo), Luis Brú (Físico), Manuel ElKin Patarroyo (Científico), José Luis Manzanares (Vicepresidente Consejo Poder Judicial), Juan María Bandrés (Presidente de la Cear) y Casimiro García Abadillo (Subdirector El Mundo). Entre estos dos últimos, hubo otra tertulia a la que asistió como invitado un poeta cubano, invitado por Javier Caballero. Me encontraba en Colombia, y nunca tuve reporte ni referencia alguna y tampoco conocí su identidad.
La última (con el actual Director del rotativo El Mundo) se celebró en el Café del Monaguillo, dado que el restaurante Jabugo Sol iba a cerrar sus puertas, y algunos integrantes (posteriores añadidos) generaron discrepancias con los patrocinadores. Creo que junto a mi tocayo Javier Ochoa, yo era el único que tenía trabajo e ingresos estables.
Me había comprometido con el gerente del Jabugo Sol a preparar con antelación las tertulias en el mismo y a patrocinar el restaurante. Tres cenas por jubilación de compañeros de trabajo, las realizamos allí y todos salieron encantados por el trato que nos dispensaron. También su correspondiente detalle especial lo adquirimos en Enrique Busián.
COMPROMETIDOS EN UN SUEÑO: COMPAÑEROS, AMIGOS Y UNA PRECIOSA ¡PAREJA!
Nos repartimos las tareas, pero apenas la mitad pusimos toda la carne en el asador. Era trabajoso y complicado, recolectar información. Aún no había internet y necesitábamos recurrir a bases de datos (que -de ser posible- no nos cobrasen). Y además, había que cursar todos los créditos e investigar para preparar las tesis doctorales.
Recuerdo que por esos años, fui a un recital poético de Gloria Fuertes, quien estuvo acompañada por el Premio Nobel Camilo José Cela. El profesor Perlado nos había hablado mucho de algunos de sus prólogos. Llevaba una carta estándar dirigida al segundo, y tras concluir el acto, le abordé. Me preguntó sobre el sobre que le entregué. Metiéndoselo en el bolsillo interior de su americana, me respondió:” ¡Invitarme. No iré!”. Como relaté en los primeros post de mi web, fue la respuesta a una invitación más brusca y directa que recibí.
Íbamos a traer “al mismísimo Dios”, pero -a la hora de la verdad- allí no trabajaba ni Dios, y quienes menos hacían, eran siempre los que más protestaban.
Recuerdo con especial cariño a Javier Caballero, quien se fue a Cuba y vino casado con Denisse. Fue un excepcional compañero y amigo, y escribía divinamente. Nos ayudábamos mucho con los apuntes de las clases. Entre sus invitados estuvo el coordinador de Médicos del Mundo en la antigua Yugoslavia. Hoy viven en Madrid y tienen dos hijos. Tuvo que abandonar su sueño periodístico, para sacar adelante a su familia; pero sus textos eran tan excelentes como él como persona. Hace un año me lo encontré paseando por El Rastro con sus retoños y nos dimos un irrepetible abrazo.
Amiga educada, gran soñadora y compañera por excelencia -durante esta trayectoria académica y universitaria- fue Cristina Cogolludo. Siempre estaba allí -cuando había que estar- y era una entusiasta defensora y participante activa en la tertulia. Uso sus mejores contactos, para traer a José Luis Manzanares, entonces Presidente del Consejo General del Poder Judicial. La recuerdo con gran cariño por su dulzura, bondad y constante predisposición.
Otro compañero -con mayúsculas- a quien profesé además de cariño una gran admiración fue Vicente Manjón, un apasionado de la literatura, que intentaba abrirse camino con una revista digital llamada Satiria. Era un gran lector y escribía sensacionalmente. Sabía mucho sobre literatura. Siempre me reportaba conocimientos francamente útiles y positivos. Fue él quien nos trajo al Catedrático de Física y Académico de Medicina Luís Brú Villaseca (residía en Villanueva del Pardillo) y redactó la memoria, que aún conservo. Había inscrito una Tesis sobre el escritor Antonio Muñoz Molina.
Fue un chico venezolano, quien nos invitó a todos a una fiesta de cumpleaños que organizaban las hijas de un adinerado amigo suyo, en un deslumbrante y fastuoso chalet en el barrio de La Florida, al norte de Madrid. Impresionantes mis registros de aquel enorme espacio con piscina, sauna, jardines privados, etc… Durante ese evento, nació una hermosa pareja entre Vicente y Cristina (mis mejores compañeros de Facultad), que años después (disuelta la tertulia) contrajeron matrimonio. Me sentí muy feliz de ese romance; y al mismo tiempo un poco lacónico, porque muy pronto comenzarían su nueva andadura, y perdería el disfrute de tan excelente compañía. Hoy residen en Villanueva del Pardillo (Madrid) y tienen una preciosa hija, de 10 años. Vicente dejó el periodismo -adentrándose en otras actividades empresariales- y Cristina dirige el Centro Cultural -que lleva el nombre de la bailarina y Premio Príncipe de Asturias- Tamara Rojo.
Gran compañero fue también José-Javier Ochoa, Policía Municipal y Presidente de la International Police Asociation (IPA). Una entidad policial dedicada a impulsar actividades formativas, deportivas y culturales, estrechando vínculos con otras policías del mundo. Gran periodista, fue él quien trajo a la tertulia -nada menos- al entonces Alcalde de Madrid José María Álvarez del Manzano. Su comparecencia entre nosotros, le sirvió como preparación para una rueda de prensa organizada en fechas posteriores.
Recuerdo que el edil accedió al restaurante, acompañado de sus dos escoltas, que debían andar por allí fuera vigilando. Como sentía que esas personas estaban ahí trabajando, pedí que les dieran de cenar, haciéndome cargo de la factura.
LOBATÓN, SAVATER, PATARROYO, JOSE LUIS MANZANARES, CASTILLO PUCHE, E INCLUSO EL ALCALDE DE MADRID
También recuerdo al veterano Carlos Escala, quien trabajaba en el Teletexto de la Agencia Efe. Su tesis versaba sobre este medio de comunicación. Nunca supe si se doctoró.
De muchos no he vuelto a tener noticias. Años después constaté que -quizás- “la única” que presentó y defendió su tesis doctoral fue Monserrat Mera (única rubia del grupo).
Perlado impartía clases de Redacción Periodística, y a algunos nos entusiasmaba con su profunda vocación y anécdotas de sus corresponsalías. Estaba destinado en la Brigada Regional de Policía Judicial, en el edificio de la antigua Dirección General de Seguridad, y en los “desayunos” me escapaba para montar la Tertulia. Tanto Jabugo Sol como Enrique Busián distaban pocos metros.
La profesora Pilar Equiza Escudero -una de las docentes más queridas en su Departamento- trajo al escritor y biógrafo de Hemingway en España José Luis Castillo Puche. Un personaje singular, con gran sentido del humor, que nos contó fantásticas -casi quijotescas- aventuras junto al Premio Nobel de Literatura norteamericano.
Además de Paco Lobatón, quien inauguró la Tertulia, recuerdo que mi hermano Alfredo era un apasionado del filósofo Fernando Savater, y a mí también me gustaba mucho lo que escribía. Así que decidí invitarle. De este modo, en esta ocasión la tertulia contó con dos García Miravete. Se sintió satisfecho de haber podido deparar “in situ” con el autor de “Ética para Amador” y “Política para Amador”.
También traje a Juan María Bandrés, a mi muy querido y admirado amigo colombiano Manuel Elkin Patarroyo, quien hacía pocos meses que había recibido el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica, por su hallazgo de la primera vacuna química de la historia (Spf66) contra la malaria; y a Casimiro García Abadillo (entonces Subdirector del diario El Mundo).
Recuerdo que mi pasión por Patarroyo ya era evidente (hoy es una patología) y con mi propia videocámara grabamos la tertulia para ser emitida en una televisión de reciente creación (Canal 47). Posteriormente, realicé una introducción y este medio, con apenas seguidores, la emitió íntegra de forma experimental.
Además, invité a un redactor de “La Farola” (periódico de la esperanza y de los más necesitados), quien se saltó todas las reglas del juego, y nos sorprendió por su falta de respeto y delicadeza. El acuerdo era mencionarnos en su publicación y seguir el orden establecido en las preguntas, para que todos pudiéramos hablar. El sujeto asistió a la cena tertulia, y haciendo caso omiso de todo y de todos, planteó al unísono su propia batería de preguntas, hasta que se le acabaron. Ni que decir, que obvió las preguntas y respuestas del resto de los tertulianos, y en “su entrevista” jamás nos mencionó, en este diario, que -posteriormente- no resultó ser tan solidario como aparentaba.
PROBLEMAS COYUNTURALES CON ALGUNOS PARTICIPANTES, CAMBIO DE RESTAURANTE Y FIN DE LA TERTULIA DEL KILÓMETRO CERO
A mi, no me importaba pagar las consumiciones de todos (especialmente las de quienes no tenían trabajo) durante las reuniones previas, a cambio de la acogida que éste emblemático local nos brindaba en sus históricos salones subterráneos. Estaba fascinado con ese proyecto, porque era una buena forma de patrocinar nuestra pasión periodística. Además, era muy justo -al menos una vez al mes- hacer un gasto simbólico.
Pero había quienes rehusaban consumir en los preparativos (para ellos era cara -50 pesetas- una caña de cerveza, en plena Puerta del Sol, e incluso criticaban el aperitivo). Tampoco visitaban la joyería, salvo los días previos para encargar la placa con el nombre del próximo invitado.
Los responsables, se dieron cuenta de nuestras carencias (algunos teníamos bastantes más sueños que dinero) -y aunque algunos manteníamos nuestro compromiso y hacíamos lo posible por publicitarlos en todos los medios y foros, algún tertuliano propuso sustituir la placa de plata por una de alpaca. Me negué. Consideraba que todos nuestros invitados debían ser tratados del mismo modo e intenté mantener el obsequio de Enrique Busian.
Como suele ocurrir siempre, quienes menos hacían (algunos nada) suscitaban los mayores problemas, divergencias e impedimentos. Mientras unos batallábamos por consolidar nuestra tertulia dejándonos esfuerzo, dinero y tiempo (y repartiendo nuestros resultados entre todos), otros peleaban por destruirlo; honrándonos con su presencia e improvisando “in situ”, sin ojear -siquiera- el material que les brindábamos.
Más tarde, alguien divulgó comentarios preliminares, donde especulábamos sobre ¿cómo -unos estudiantes de periodismo- podríamos llegar al entonces Ministro Jaime Mayor Oreja, para invitarle a nuestra tertulia?, generando divergencias con algún profesor. Su objetivo era, proteger su futuroprofesional tras los faldones de este docente. El mío, traer a gente de diferentes ideologías, sacarle lo mejor y -sobre todo- ser periodistas.
Dos compañeras de facultad y también -desde el principio- asistentes a la Tertulia, fueron las gallegas Berta González y Monserrat Mera. De la primera, no he vuelto a tener noticias (creo que residía en Vigo), y de la segunda supe que se doctoró, con una Tesis sobre Álvaro Cunqueiro. Actualmente, trabaja como profesora de Redacción Periodística en el Centro Universitario Villanueva -del Opus Dei- que dirige Javier Fernández del Moral (uno de nuestros invitados), y donde -también- ha impartido “cursos de escritura creativa” nuestro profesor José Julio Perlado. No recuerdo si fue ella -o tal vez, Pilar Equiza- quien invitó a Fernandez del Moral -entonces- decano de nuestra facultad y hoy director académico de esa institución privada.
Tras mi regreso de Colombia, intenté retomar y reflotar la Tertulia, pero resultó totalmente imposible. Cada uno empezaba a tomar su propio camino, y (para algunos) aquello tan sólo era un entretenimiento universitario.
Jabugo Sol había cerrado, y me fui a vender nuestro producto periodístico (ya consolidado) al Madrid de los Austrias, recalando en el típico y tradicional Café del Monaguillo (en la Plaza de la Cruz Verde). Fue allí precisamente, donde compareció mi -nuestro- último invitado, el periodista Casimiro García Abadillo.
Aún guardo -como un tesoro, pendiente de descubrir- los diferentes dosieres periodísticos, álbumes de fotos, y casetes -numerados- con cada una de las grabaciones. Quizá algún día alumbre el libro que no pudo ser, rescatando los audios -ya irrepetibles- de aquéllos fallecidos Luis Brú (junio 1997) y José Luis Castillo Puche (marzo 2004); y -también- de los restantes tertulianos que nos honraron con su presencia.
Si llega ese día, será una obra de todos. Aquellos que -sin medios- nos comprometimos en una preciosa y difícil aventura periodística (que algunos recordamos con nostalgia) y aquellos otros que empeñaron su esfuerzo para poner punto final a aquella magnífica Tertulia del Kilómetro Cero, que dos décadas después rememoro con gran cariño.
Gracias a todos y cada uno de cuantos me acompañaron en esta preciosa y apasionada aventura periodística. A quienes reportaron trabajo, y también a quienes trajeron críticas. A quienes cedieron su tiempo, para convertirlo en el de todos nosotros. A quienes mensualmente nos regalaban y grababan -contra reloj- la placa obsequio para nuestros invitados y a quienes nos cedían un salón privado y varios de sus camarareros agasajándonos -durante nuestras tertulias- con un preciado agape.
Gracias a esos profesores que creyeron en mi idea, y a todos mis compañeros (algunos también excelentes amigos) que me secundaron, con quienes compartí tantos momentos de entusiasmo y fascinación.