Haití, a la espera de la ayuda internacional
Un terremoto de 7,3 grados en la escala de Richter con consecuencias devastadoras. La capital de Haití, Puerto Príncipe, ha quedado asolada y su población necesita ayuda. Días después de la tragedia, Haití todavía no tenía fuerzas ni para realizar un llamamiento internacional de emergencia que sacara a la luz las necesidades de la población. Hacen falta mantas, alimentos, agua, refugios, medicinas… y bolsas de plástico para recoger los cuerpos sin vida de miles de víctimas.
La Cruz Roja haitiana estima que el terremoto ha causado entre 45.000 y 50.000 muertes. El primer ministro, Jean-Max Bellarive, se ha atrevido a decir que son más de 100.000. Las cifras de personas heridas o sin hogar podrían ascender a tres millones. España ha enviado ya varios aviones con ayuda humanitaria, personal sanitario y un equipo de búsqueda. La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) ha coordinado los convoyes. El Gobierno ha donado también tres millones de euros y ha activado los convenios de acción humanitaria que mantiene con la ONGD Acción contra el Hambre y con Cruz Roja Española.
Desde la presidencia de la UE, España ha puesto en marcha los mecanismos previstos para este tipo de catástrofes. Ha analizado el terreno por si se pudieran enviar camiones con ayuda de primera necesidad a través de la frontera con República Dominicana y ha contactado con las comunidades autónomas interesadas en colaborar con ayuda de emergencia.
Más de medio mundo se ha movilizado, pero lo importante es canalizar la ayuda de la manera más efectiva. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha anunciado una donación de 200.000 dólares, la ONU ha comprometido 10 millones de dólares del Fondo Central para Emergencia (CERF), el Fondo Monetario Internacional (FMI) aportará 100 millones de dólares y Estados Unidos ha prometido otros 100. Pero una catástrofe humanitaria de estas dimensiones necesita además coordinación y que nadie se olvide de ella cuando comiencen las tareas de reconstrucción.
La sede de Naciones Unidas en la capital del país, Puerto Príncipe, ha quedado muy dañada y se ha confirmado la muerte de más de una veintena de miembros de la misión de Estabilización (MINUSTAH) y más de cincuenta empleados han resultado heridos. De los más de cien españoles que residen en Haití, la Embajada en Puerto Príncipe ha localizado a casi la mitad, algunos heridos de carácter «aparentemente leve». La población local, mientras tanto, busca «con sus propias manos» a los desaparecidos «bajo escuelas, hospitales, edificios y barriadas pobres que se han venido abajo por completo», detalla Alboan.
Sin comunicaciones
El fallo en las comunicaciones ha dejado más aislado al país y ha condenado a la ignorancia a buena parte del planeta. Hay que estar allí para contarlo. Los primeros análisis han sido más bien estimaciones ante la falta de información. A la incomunicación se suma la falta de infraestructuras. Intermón Oxfam asegura que todos los hospitales están llenos y «sólo uno continúa en disposición de recibir más heridos». Los heridos se reparten por la ciudad de Puerto Príncipe asistidos por socorristas de primeros auxilios, médicos o enfermeros.
Mientras, miles de personas duermen en la calle, en parques o en campos de fútbol porque se han quedado sin techo o para evitar que éste se les caiga encima en caso de réplica. Se les quiere dar material de cobijo antes de que llegue la lluvia. Se estima que el 10% de las casas han quedado destruidas, lo que supone unas 200.000 personas sin hogar. «La destrucción -explica Intermón Oxfam- se concentra en unas 15 áreas en las que han caído el 70% de las casas».
La falta de alimentos y agua potable son otras de las principales preocupaciones. Casi tanto como la creciente inseguridad, transformada en saqueos y asaltos. Se busca el modo de subsistir. El terremoto ha destrozado carreteras y ha dejado el puerto inoperante, con escombros en el agua que podrían dañar los barcos que lleguen con ayuda, y en el aeropuerto de Puerto Príncipe los aviones aterrizan sin la asistencia de controladores aéreos.
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