Miguel Albero: Diplomático y galardonado escritor. Nuevo responsable de la acción cultural española
Acaba de ser nombrado Director de Programación de la Acción Cultural Española (ACE). Continuador de una larga tradición de diplomáticos escritores, Miguel Albero Suarez obtuvo, en su edición de 2011, el premio literario Jaime Gil de Biedma, con su poemario existencialista «sobre todo nada». Una triste y muy dura obra que relata en verso libre, los últimos días de un enfermo terminal de cáncer. El autor se sitúa en tercera persona, intentando trasmitir el legado de este personaje -imaginario- redactado durante su estancia hospitalaria. Este libro ocupa el sexto lugar de su producción. En sus anteriores obras en prosa, Albero ha tocado géneros narrativos como la novela y el ensayo. El escritor madrileño, continúa una larga de diplomáticos (Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Jorge Edwars, Octavio Paz, Alfonso Reyes, Sergio Pitol, José Gorostiza, Ernesto Gimenez Caballero, Fernando Schwartz, etc…); cuyas obras han dado fama y relevancia internacional a la literatura en lengua española. Albero es además un «devoto de su alteza» (primeras ediciones) fascinado por Jorge Luis Borges.
SENEGAL, ITALIA, COSTA RICA, ARGENTINA Y ESPAÑA ENTRE SUS DESTINOS… Y OFICIAL DE LA ORDEN DE ISABEL LA CATÓLICA
Nacido en Madrid el 12 de Marzo de 1967, es Licenciado en Derecho y Diplomático. Su curriculum profesional dice que desde el 19 de junio de 1992 ocupó el cargo diplomático de secretario de tercera clase. El 29 de junio de 1992 fue nombrado Jefe del Servicio de Estudios de la Escuela Diplomática.
Fue el 1 de agosto de 1992 cuando pasó a ser Jefe del Servicio de Países Limítrofes, siendo destinado en comisión y ostentando la segunda jefatura, a la Embajada de España en Dakar, donde permaneció hasta el 17 de septiembre de 1993. El 27 de octubre de 1993 fue nombrado Encargado de Asuntos Administrativos, ostentando la segunda Jefatura de la legación diplómatica española en Senegal. Cargo que ostentó hasta el 15 de noviembre de 1993.
El 7 de septiembre de 1995 fue designado Secretario de segunda clase y posteriormente, desde el 1 de agosto de 1996, Jefe de Servicio de Estudios de la Escuela diplomática. Dentro de su importante trayectoria , el 1 de septiembre de 1996, fue nombrado Jefe del gabinete del director del Instituto Cervantes. Además, el 3 de febrero de 1998 fue elegido miembro suplente de la Junta de la Carrera Diplomática.
Posteriormente se desplazó a Italia. El 1 de enero de 1999 ascendió al cargo de Director del instituto Cervantes en Roma, siendo nombrado el 31 de mayo de 2001, Secretario de primera clase en comisión.
Su siguiente destino le llevó a Argentina, donde el 10 de abril de 2002 fue nombrado Cónsul General de España en Mendoza. El 24 de junio de 2002 fue condecorado al máximo nivel como Oficial de la Orden de Isabel al Católica.
El 20 de abril de 2005 fue nombrado Consejero de Asuntos Culturales en la Embajada de España en San José de Costa Rica. El 29 de julio de 2005 accedió al puesto diplomático de Secretario de primera clase. A partir del 20 de abril de 2006 pasó a ocupar la Segunda Jefatura en la Embajada de España en San José de Costa Rica, y el 30 de septiembre de 2007 fue nombrado Consejero de esta legación diplomática.
DEL INSTITUTO CERVANTES A LA AECID. IMPORTANTE SINGLADURA BIBLIOFÍLICA DE UN ESCRITOR, POETA Y APASIONADO DE BORGES
Desde mediados de 2009 hasta lsu reciente nombramiento como Director del Instituto Cervantes, Miguel Albero ha sido Jefe del Departamento de Cooperación y Promoción Cultural de la Agencia Española de Cooperación Internacional, donde ha desarrollado importantes servicios.
Casado con Elena Herreros Suárez. Su pasión por los libros antiguos (primeras ediciones) arrancó durante su periplo en Argentina, cuando un amigo y él decidieron adquirir una biblioteca. De este modo comenzó su singular singladura bibliófila, poniendo especial hincapié en la obra del argentino Jorge Luis Borges, de quien posee algunos de sus mejores y más desconocidos escritos. Un auténtico tesoro bibliográfico.
Además, Miguel Albero se ha revelado como interesante escritor. Su obra abarca generos tan dispares como la novela, el ensayo, la poesía. Hasta el momento, su acerbo cuenta con cinco títulos. El último -poesía- mereció el Premio Jaime Gil de Biedma, que le fue otorgado en Segovia por importantes nombres de la literatura y el periodismo.
Miguel Albero es autor de:
* Principiantes. Novela publicada por Tusquets Editores. Barcelona 2004 y con varias traducciones (Actes Sud 2006, Gran Vía Edizioni 2006).
* Cruces. Narrativa. Efimera 2005. Ediciones de la Discreta (Colección Prosa Nostra). Madrid 2007.
* Enfermos del libro: Breviario Personal de bibliopatías propias y ajenas, editado en 2009 por la Universidad de Sevilla. (Ensayo)
* Ya queda menos. Zut Ediciones (Novela). Madrid 2011.
* Sobre todo nada. Colección Visor de Poesía. Madrid 2011 (galardonado con el XXI Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma).
“TARAO” DE LOS LIBROS, BIBLIOPATA Y “DEVOTO DE SU ALTEZA”
Enfermos del Libro. Breviario personal de bibliopatías propias y ajenas. A nadie le gusta que le señalen sus manías, pero Miguel Albero, ha logrado apartartar ese académico concepto denomindo Síndrome de Diogenes, para autodiagnosticarse tras numerosos recorridos apasionados y apasionantes por librerías de viejo de todo el mundo. Esta obra comienza con portada ilustrada con un fragmento de “El ratón de biblioteca”, un lienzo pintado en 1850 por alemán Carl Spitzweg. Allí, un hombre no esconde el descuido en su ropa y en su pelo, porque ni siquiera advierte la hipotética mirada del pintor que lo está retratando. Ensimismado en su obsesión lectora, sobre una peligrosa escalera, sostiene un libro con su mano derecha; otro entre las rodillas; un tercero debajo del sobaco izquierdo, y con la mano de ese mismo costado, el cuarto libro, que el encanecido fanático lee haciendo equilibro desde las alturas. Lo rodean, claro, anaqueles y anaqueles de libros.
En su ensayo el autor no duda en confesar sin pudor su “tara”, reconociendo y afirmando tajante su aguda y cronica “bibliopatología”, al tiempo que se dedica a estudiar y analizar otras del pasado, del presente y quizá del futuro. Ningún amante del libro, se salva de la mordaz ironía formulada por el autor. Miremos donde miremos, siempre encontramos algún bibliocleptomano, bibliofago, bibliofobo, biblioclasta, bibliofilo y en último caso también algún apasionado por poseer esas primeras edicones (ediciones Príncipe) que han convertido al autor en un auténtico “devoto de su alteza”.
Enfermos del libro, trata acerca de los libros, o más bien, de aquellos desmesurados amantes -¿acaso hay otras formas de amar?- destructores, salvadores, coleccionistas de obras impresas Miguel Albero repasa las diferentes patologías que generan, con vocación lúdica, pero con tono serio, y curiosos y relevantes datos. Aunque a veces escribe en tercera persona, en su convicción y apasionamiento, y en su capacidad de reírse de los problemas, se reconoce la honestidad de su propio testimonio. Si cualquier afición, traspasados ciertos límites, puede derivar en patología, el amor al libro ha dado lugar a numerosas dolencias. Esta obra es un recorrido personal y desenfadado por las muy variadas bibliopatías, donde los ladrones de libros, los bibliófagos, los biblioclastas y los bibliófilos encuentran por fin quien les haga justicia.
En su prologo el bibliofilo Juan Bonilla hace un repaso de sus tesoros bibliográficos y bibliofilitos, -su biblioteca visible- desgranando cómo consiguió esas joyas de coleccionista, y alude a la “biblioteca invisible”, esa que aún queda pendiente de rellenar y que surge en cualquier momento o en el instante más inesperado. “Con Miguel Albero he hablado muchas veces de esta enfermedad nuestra y de nuestras respectivas bibliotecas invisibles. En mi biblioteca invisible por ejemplo hay libros de Borges que están en su biblioteca visible: tiene El tamaño de mi esperanza, tiene inquisiciones, tiene El idioma de los argentinos…” asegura Bonilla. Como a todos los bibliofilos del mundo, a Miguel Albero también le han sucedido cosas extraordinarias, como encontrarse con un vendedor de primeras de Nabokov, Greene, Cheever y otros maestros americanos, en pleno parque de Yellowstone”. En Enfermos del Libro hace un ordenado repaso a las distintas y distinguidas categorías que pueblan el infierno del coleccionista (…). Después de saborearlo, el enfermo se sentirá menos sólo, y quizás un poco más ridículo de lo que se sentía antes. Al menos así me he sentido yo”.
Inicia su obra intentando justificar su gestación, donde muy pronto se sitúa en la misma consulta que sus pacientes, repartida en diversos departamentos, clasificados según la “tara” que soporta cada uno. “De todas las patologías que se analizarán (…) una me es bien conocida por sufrirla yo mismo, sepan para su tranquilidad que no es de las menos simpáticas: <<Devotos de su Alteza>>, así nos llama un amigo a los que coleccionamos primeras ediciones de nuestros escritores favoritos, por ser la príncipe la edición primera, y por ser nosotros partidarios y buscadores de ésta (…)”.
Albero tan sólo exonera de su “personal” breviario a “los profesionales del libro o bibliotecarios (encargados de su custodia)” y “los bibliópolas (“termino hermoso para definir a los traficantes, que vulgarmente denominamos libreros)”. Comienza su recorrido por “las enfermedades menos agradables”, que a su juicio son “la bibliocleptomanía, la bibliofagia y la bibliofobia, con su perversa vertiente de la biblioclastia”, para pasar a la madre de todas las bibliopatías: “la bibliofilia” donde dedica un apartado especial a su tara personal y específica -compartida por muchos otros “aparentemente” normales- que denomina “Devotos de su alteza” con una inclinación específicamente borgiana y apasionada hacia las primeras ediciones del argentino Jorge Luis Borges.
«ENIGNA» SIN RESPONDER, AUTOGRAFOS DIBUJADOS Y ANÉCDOTA PERSONAL E INÉDITA CON UN ESCRITOR BIBLIOFILO
Confieso que durante la lectura de tan ameno libro, un párrafo (pag. 105) me provocó una especial curiosidad bibliopatológica, que tras concluir espeté casi instintivamente al propio Albero. Quería que me aclarara la identidad de cierto autor que antaño -en su juventud- en una colección de sonetos ensalzó “la figura legendaria del Caudillo, convertido hoy en alto cargo de la Administración del Nuevo Régimen. Alguien quien persigue todas las primeras ediciones existentes de su propia obra y trata de adquirirlas para retirarlas de circulación, destruirlas y eliminar así las pruebas de su delito juvenil” y por una de las cuales Albero “pagaría y bastante. “Enhiesto surtidor de gloria y sueños/ Bizarro, noble y limpia su mirada”. Así empezaba el primer soneto. Su respuesta fue: “me lo he inventado”. Pero, no consta en su “fe de apócrifos” y sencillamente diré que no le creo. Tal vez-conjeturo- se refiera a Gerardo Diego (etc…).
En su amena y divertida obra Albero indaga también sobre la personalidad de algunos autores a través de sus dedicatorias. En sus líneas alude a Alberti y José Hierro, quienes acostumbraban a dibujar en sus autógrafos. Se echa de menos a otros, como el chileno Pablo Neruda, el cubano Nicolás Guillén o incluso el granadino Fedérico García Lorca.
Además menciona a otros conocidos bibliofilos como el leonés Andrés Trapiello, quien cuenta con una envidiable y excepcional colección.
Permítaseme una anécdota personal e inédita sobre este escritor. Madrugador crónico todos los domingos, junto a su inseparable Juan Manuel Bonet (ex director del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) y del Centro de Arte Reina Sofía) para intentar hacerse en El Rastro con los mejores libros. Apodados en el mercadillo como “la pareja de hecho”. Trapiello escribió en un foro sobre “esos pobrecitos que a veces no saben ni lo que venden”, a quienes regatea sin compasión para proveerse (y proveer, entre otras, a la madrileña librería Wellington). Tanta pasión en los puestos de libros le llevó a comprarse un premio literio concedido por la Embajada de China y la Sociedad de Amigos de la Nóvela del Crimen. ¡Como lo leen!.
Un vendedor de El Rastro le ofreció un estuche con la placa de plata grabada testimoniando dicho galardón, que estupefacto -y con hábil regateo- se vió obligado a adquirir. Fue el día en Andrés Trapiello se compró un premio en El Rastro. Algo que de forma jocosa pronto se propagó y convirtió en comidilla de muchos libreros anticuarios. Una anécdota -hasta ahora inédita- que no narra en su diario Troppo Vero (editorial pretextos), donde el capitulo dedicado a “las viñas” -su casa de campo- desbroza muchas de sus andanzas por tan tradicional mercadillo madrileño “a la búsqueda de cosas viejas, ya sea una postal, un calendario, un libro o cualquier otro documento que resume ese «modo de vida no alterado» que tienen las cosas antiguas (…)”
«YA QUEDA MENOS» Y SIMBAD MARTINEZ, UN MEDIOCRE PERSEGUIDOR DE SUEÑOS
Escribía Arthur Schopenhauer que “la vida y los sueños son hojas del mismo libro; leerlo en orden es vivir, hojearlo, es soñar”. Y precisamente, un soñador , es el protagonista de la novela de Miguel Albero “Ya queda menos”. Con grandes dosis de humor el autor retrata la singladura de, Simbad Martínez, un genial mediocre.
Dividida en tres partes, sigue los pasos de alguien con quien todos nos hemos cruzado alguna vez -quizá también en el espejo- que busca desesperadamente algo que le ilusione, una puerta por la que escapar, una hazaña en la que hacerse héroe, un modo de vida que por fin merezca el nombre de vida.
Una obligación inapelable y necesaria: ¡soñar!. A jucio de Willian Shakespeare: “un hombre que no se alimenta de sueños, envejece pronto”. Por eso Simbad Martinez, ensoñaba una vida mejor. Y quizá, antes de despertar, pensaba: “ya queda menos”.
Con desparpajo y humor, Miguel Albero, sigue los anhelos de su protagonista y a la vez retrata un mundo donde parece que la idiotez se ha contagiado como el virus más peligroso y adormecedor.
PREMIO JAIME GIL DE BIEDMA A «SOBRE TODO NADA», UNA DOLOROSA ALEGORIA SOBRE LA ENFERMEDAD Y LA MUERTE
El 17 de junio de 2011 Miguel Albero Suárez se alzó con el XXI Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma, convocado por la Diputación Provincial de Segovia. Su poemario: “Sobre todo nada” fue unánimemente elegido por un jurado encabezado por el Presidente de la Diputación, Javier Santamaría, y coordinado por Gonzalo Santonja, director del Instituto de la Lengua de Castilla y León. Formaron parte del mismo Víctor García de la Concha, Luis María Ansón, Antonio Colinas, Juan Manuel de Prada y José María Muñoz Quirós. También formaron parte del mismo Carlos Aganzo, ganador de la edición anterior y director de El Norte de Castilla, y Jesús García Sánchez, responsable de la editorial Visor, encargada de publicar las obras ganadoras, actuando de secretario Emilio Lázaro.
«Un libro durísimo, un viaje por el abismo de la enfermedad y los hospitales, instalado verso a verso en el vértigo de la muerte», donde el autor hace suya la voz de un enfermo terminal de cáncer, Roberto Bunín (1950-2009), instalado en la habitación 233 de cualquier hospital. Miguel Albero, asume su identidad en esta auténtica metáfora de la muerte, reportando una pequeña biografía de este personaje anónimo (“filólogo y docente en colegios españoles y foraneos”), quien antes de fallecer envío a un amigo este manuscrito redactado durante su permanencia hospitalaria, con instrucciones de intentar publicarlo. Una obra tan atractiva y deliciosa como triste, angustiosa, amarga y existencialista, incapaz de dejar indiferente a ningún lector.
Son poemas plenos de sentimientos, ambientados en la última morada antes de la muerte. “Espejismos”, “sombras de la nada” donde “la enfermera de noche” te “llama cariño” aunque “el futuro me lo tienen prohíbido”. “Aquí hay dolor, hay dolor siempre”. “Aquí en la dos tres tres/huele a muerto y sólo a muerto/a un muerto sólo/a un muerto que tiene nombre y apellidos”. “Hiel”, “suicidio”, “amor”, “dolor”, “engaño al tiempo”, “infierno”, “alcohol”, “vida”. Una reclusión forzada donde no hay lugar para la esperanza. “Cambiar la muda a un enfermo terminal/es agujerear la caja de los perros/es confundir la higiene con la vida/es añadir crueldad a la tortura/Acaban de cambiarme a mí la muda/y así si me muero hoy lo haré limpito/muerto impecable listo para despachar”. “Estación terminal, parada última / fin del dolor y de la angustia / Pero también fin como liberación / salida, muerte / Pero sobre todo nada”
Al final, una pregunta resulta obligada:: ¿Existió realmente Robero Bunín más allá de la imaginación del autor?. O tal vez, sea esta agonía poética la expresión poética e idealizada de tantos y tantos “Bunines” que pueblan los hospitales del mundo. Albero, responde que sólo en su imaginación, pero… ¿quién sabe?.
Mientras acaba de abandonar su cargo de Jefe de Promoción Cultural en la AECID, para incorporarse a principios de octubre en su nuevo cargo, como Director de Programación de la Acción Cultural Española (ACE), un organismo público dedicado a impulsar y promocionar la cultura y el patrimonio de España, dentro y fuera de sus fronteras.