Xuaco Arnáiz: un educador popular español entre indígenas panameños
Asturiano, 58 años, hijo de mineros, hermano de sacerdote, casado con una enfermera costarricense y padre de dos hijos de 12 y 15 años. Xuaco Arnáiz cursó filosofía en la Universidad de Salamanca y después teología en Madrid. Llegó a Panamá con 28 años. Tenía previsto pasar tres años pero otro universo se cruzó en su camino y lleva en la selva más de tres décadas. A su labor misionera suma, la creación de la fundación comercio justo -que preside- dedicada a buscar salidas a la miseria y formar líderes indígenas coherentes con su propia vida. Coautor (con Paulino Montejo) del libro “Los pueblos de la esperanza frente al neoliberalismo, pastoral indígena”, donde resume su década como coordinador en América Latina. Xuaco se define, ante todo, como educador popular. Durante uno de sus viajes el reciente Nóbel Mario Vargas Llosa se topó con él, dejando patente en “El País” su sorpresa y fascinación. Voces del Desierto habló con él sobre su vocación y el éxito de sus proyectos.
Solidaridad imprescindible entre marcos urbanos y rurales
Convencido de que “la solidaridad entre campo y ciudad es necesaria para romper círculos de extrema pobreza”, trabaja con pescadores y organizaciones de base en barrios periféricos, intentado generar sinergias que quiebren los cercos de la mala comercialización. Su labor aflora desde una matriz cultural indígena, afro y campesina, aunando acciones entre grupos, involucrándose en programas para reducir el hambre y ayudando a su fortalecimiento institucional.
Xuaco Arnaiz apuesta por una educación sólida, para dotar a la población de valores económicos de subsistencia. Su presupuesto anual no pasa de 15.000 dólares, para unas 4000 personas. “No es mucho dinero, pero la gente nos ayuda, asegura este cooperante excepcional. Vivimos de la producción, la comercialización y el comercio. Todo cuanto contamos procede de la Iglesia de Vallecas (Asociación de Amigos de Dariel, registrada como ONG), algo de la Iglesia alemana (Miserio es una institución de la iglesia católica alemana) y algo de Manos Unidas”.
La Iglesia no se ha preocupado de la economía. Hace dos décadas nos dimos cuenta que debíamos entrar en ella porque -junto a la parte social y cultural- es fundamental. “No hablamos de producir, sino de hacerlo sanamente (agro ecológicamente). La cadena intermediaria debe existir pero, no puede ser que todos ganen más que quien genera la mercancía. Se trata de distribución. Por primera vez, en el mundo hay alimentos para todos”.
“Si 80 hombres pueden sembrar 100.000 matas, son de todos y de la banca. Cuando falla se genera una resistencia, y se necesitan micro créditos. Son las teorías de Mohamad Yunus, el banquero de los pobres. Le dan el Nóbel de la Paz y no el de Economía cuando es banquero y no un pacifista. Para mi es una sinvergüencería. Deberían haber reconocido la importancia y eficacia de su sistema”.
Pero, esta es sólo una pata del desarrollo. Otra es la agricultura agro ecológica. La tercera es la comercialización. Y la cuarta es la identidad y ética personal.
Dialogo marxismo-cristianismo y toda una década para “reconquistar” los derechos indígenas
Llegué a Madrid en los 70. Frente al conservadurismo del clero empezaron a despuntar Tarancón e Iniesta, alentando en Vallecas el germen de una iglesia vinculada al movimiento obrero. “Con ellos -recuerda Xuaco Arnaiz- estábamos un grupo que nos gustaba el sindicalismo, buscábamos un dialogo marxismo-cristianismo y nos sentíamos muy ligados a los movimientos de educación popular. Había estudiado filosofía en Salamanca (70 al 72) y después teología”.
A los 28 años, mandado por Monseñor Alberto Iniesta <<el obispo rojo>>, viajó a Panamá. “Estuve año y medio sin salir de la selva hasta que conseguí entender su vida. Encontré que aunque los indios tenían tierra, no estaba reconocida y hubo que iniciar una lucha jurídica para que el gobierno otorgara por escrito estos derechos y decretara una ley de territorios indígenas”.
“Después vimos que faltaban la salud, la educación, etc… y los grandes ejes que permiten el desarrollo. Nos metimos -primero- en salud alternativa (la oficial no llega), usando remedios tradicionales. Formamos a aquellos que sabían (llamados brujos, aunque no lo son) como sabios hierbateros, contactándolos entre sí y acercándoles a la homeopatía. Mi esposa Ana Bornea Alfaro (Costa Rica) es misionera y enfermera. La conocí en la selva durante un viaje con los indios “kuna”. Me interesaba mucho la salud y pedí al obispo Iniesta que la mandara a Darién. Ella es quien desarrolla todo el trabajo con las mujeres”.
“Como son culturas ágrafas, empecé a escribir y elaborar manuales de alfabetización, que tras una década descubrí que servían de base a pequeños diccionarios. De este modo, trabajamos la educación en su propia lengua -especialmente niños- con sus propios recursos (dibujos rituales en el cuerpo, tierras en que mezclan las flores, plantas con que fabrican colores, etc…) escolarizándolos hasta los doce años. Todos llegan a sexto y saben leer, escribir y las cuatro reglas más elementales. Conseguimos que las madres fueran a la escuela y dieran hasta segundo grado. En tercero, vienen maestros indígenas que hemos mandado a estudiar fuera”.
Comercio justo: expansión agrícola e ideas innovadoras
“Algunas abuelas eran analfabetas y vivían en una pobreza extrema. Hoy tienen casa, una piragua y un campo sembrado con comida abundante”. “Además -relata Xuaco- un grupo de mujeres gestionan una tienda por valor de unos 50.000 dólares en mercancías: comercializan sus cosechas y dan créditos a la gente necesitada. Su economía pasó de 39 dólares al mes -a mi llegada- a 180 cada 20 días (cuando se corta el plátano). Generan más de 400 dólares mensuales sólo con esta fruta. Aparte está el maíz, el ñame, la yuca, etc.… El nivel adquisitivo de las familias (unas 70 que entraron en el sistema) supera los 1.000 dólares mensuales”.
“Los principios del Programa Indígena de la AECID son extraordinarios, pero las practicas no. Esto debe hacerse desde las bases (paso a paso) metiéndose en las propias raíces”.
“Nuestro proyecto no coincide con las políticas del gobierno panameño. A ellos no les preocupa el desarrollo, sino el crecimiento económico. Minas, aguas, petróleo, etc…se vende. La economía ha subido un 6,5%, pero la injusticia es dispar. Uno de los yacimientos más importantes de cobre está en la comunidad Guaymi “nobes”. Su explotación se consiguió parar hace 30 años, pero ahora no se va a poder soportar. Han hecho una ley para nombrar nuevos dirigentes indígenas favorables a los compradores de esas tierras y éstas van a quedar para las multinacionales”.
“Existe un poder paralelo: el estado y el tradicional indígena. El último tiene más peso específico, pero el otro tiene el poder económico y hace las cosas imponiéndolas. Ese y la corrupción de los líderes autóctonos, son los grandes problemas que azotan América Latina. Muchos aparecen como caciques sin representar a nadie”.
Visita y grata sorpresa del reciente Nóbel peruano Mario Vargas Llosa
“Mi casa es de madera con tres habitaciones y baño. Todas las comunidades indígenas tienen agua potable y luz por energía solar. Sus viviendas son iguales que la mía. Si hubiera que comprarlas costarían 15.000 dólares, pero nos salen por unos 3.000 porque las hacemos nosotros. Llevamos 80 realizadas en cooperación. Además hemos hecho canalizaciones y tanques sépticos para que los residuos no vayan al río. Tenemos tierra, leyes, territorio, comida, autonomía, pero seguimos pergeñando cómo sostenerlo”.
“Mario Vargas Llosa me encontró por casualidad. Su hijo trabaja con ACNUR y es amigo de mi esposa desde que años atrás trabajó con UNICEF, acogiendo refugiados colombianos en Dairien (frontera de Panamá con Colombia). Cuando llegó estábamos en el alto Tuira, nos saludamos y se interesó por nuestro sistema de trabajo. Vio cómo funcionan las organizaciones indígenas, visitó algunas fincas y quedó muy sorprendido”.
“Vino a casa por la noche y estuvimos disfrutando de su presencia, palabra y artes oratorias. En la cena no sólo comió lo que cuenta en <<El País>>. También saboreó venado. La tortilla española fue sólo el aperitivo en una buena hamaca. Siempre tenemos algún “recuerdo” para cuando arriban despistados, agasajarles”.
Iglesia “paralela” a la oficial y “renacimiento” de una teología indígena
“En América Latina tenemos -desde hace 30 años- la pastoral indígena del continente. Fui durante diez años su coordinador y en “los pueblos de la esperanza frente al neoliberalismo” he resumido mis conclusiones. Hablo de una iglesia paralela a la oficial. Mi mayor vivencia ha sido poder rescatar rituales indígenas antiquísimos. Comparándolos con el cristianismo, hemos logrado iniciar un dialogo”.
“Existen indígenas respondiendo con su propia teología, como el “zapoteco” Eleazar López -de los más comprometidos en las últimas cinco décadas- con dos juicios en Roma ganados. Conocer a este tipo de gente y trabajar con ellos me parece un paso de gigante. Que hoy se hable de una teología indígena, es algo muy importante”.
Soy un cristiano, misionero seglar y no tengo ningún obispo que me mande, ni estoy vinculado a ninguna iglesia. A lo largo de estos años he aprendido muchísimo. Los indígenas me han hecho una persona digna y me han humanizado. Trabajo de forma libre porque quiero ser libre. Eso exige hacerlo en paralelo, desde fuera del ámbito eclesiástico, pero sin renunciar a mi identidad.
Bartolomé de las Casas, Tomás Moro y la utopía de Xuaco Arnaiz
“Tratar a los demás como nos gustaría que nos tratasen no significa ser débil. En la vida hay ocasiones en que uno debe saber hacerse pasar por tonto. <<La ignorancia suele ser muy atrevida>> decía un profesor mío. Es la única manera de hacer crecer a los otros, intentando convivir con ellos sin esperar -siquiera- que nos traten cómo nos gustaría. Las utopías no han muerto. Los utópicos creemos que éstas imperarán algún día”, manifiesta Xuaco Arnáiz.
¿Pero, Tomás Moro fue decapitado injustamente?, increpamos amablemente a Xuaco Arnáiz para que se explique.
“Si, pero escribió <<Utopía>> inspirándose en América Latina. De él se sació Bartolomé de las Casas, analizando la trastienda de los proyectos indígenas y rescatando lo mejor de las Américas. Es precisamente, el concepto inicial de Tomás Moro, al que me refiero. No lo enseñan en la universidad. Buscamos a Bartolomé de las Casas y no lo encontramos. Escribió la Historia de las Indias, denostó a España, y… fue acusado de loco. Debía haber sido santificado en el 92, pero nadie lo canonizó. Los dominicos no saben dónde está enterrado, habiendo siendo el más insigne español que hemos tenido”.
“Por eso todavía hay gente que creemos en esas utopías. En el futuro, me encantaría tener una alternativa económica fuerte donde hubiera comercio entre negros, indios y campesinos. Aliarse para crear un sistema que garantice seguridad alimenticia para toda la población vale la pena. Y en ese esfuerzo por crear utopías -concluye categórico- voy a empeñar mi vida”.